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Cuidados del césped: cómo conseguir una pradera de foto


Tener en el jardín una alfombra verde de césped sano y uniforme no es difícil, pero requiere una serie de cuidados a lo largo del año para mantenerlo en un estado óptimo. Estas labores anuales son: siega, riegos, aireado, recebo, resiembra, escarificado, abonado y escardas, todas ellas operaciones clave para asegurar el éxito.

LA SIEGA El césped requiere numerosas siegas a lo largo del año. Los sucesivos cortes favorecen que las cespitosas se extiendan a lo ancho y cubran de manera más tupida el suelo. Las siegas también evitan que el césped se espigue y complete su ciclo vital marchitándose. 

¿Con qué frecuencia hay que segar la pradera? Esta pregunta clave no tiene una única respuesta. Depende de muchos factores: clima, orientación, suelo, especies plantadas, uso, frecuencia de riego, etcétera. Como regla básica no se debe de cortar más de un tercio de la longitud de la hoja de una vez, aunque la lógica dice que en verano, es decir, en pleno periodo de crecimiento, habrá que segar mucho más a menudo, mientras que en invierno, sobre todo en las zonas frías, la frecuencia de corte se debe reducir drásticamente. Respecto a la altura del corte, cada especie de césped requiere una determinada. Es aconsejable seguir las instrucciones del fabricante, pero no olvides que en condiciones extremas —mucho frío, mucho calor, riego insuficiente— tendrás que subir la altura del corte para no castigar demasiado la hierba. EL RIEGO El riego es otro de los factores decisivos para tener un césped de calidad, ya que la mayoría de las cespitosas son muy exigentes en agua. Sin embargo, un error muy frecuente es sobrerregar. El riego debe hacerse en función del tipo de hierba y, sobre todo, de la evaporación-transpiración. Su frecuencia también depende del clima, época del año y suelo. Para un uso eficaz del agua, en épocas de calor no riegues en las horas centrales del día, no solo para evitar la pérdida por evaporación sino también para proteger las hojas de las quemaduras y, sobre todo, de enfermedades. Recuerda que los riegos más abundantes y espaciados incentivan la profundización de las raíces y, por tanto, una mayor resistencia a la sequía. EL AIREADO Con el tiempo, el césped acaba compactándose, lo que impide a las raíces crecer en condiciones óptimas y recibir el agua que necesitan. Este problema se agrava cuando la tierra es arcillosa. La labor del aireado intenta compensar la compactación extrayendo pequeños terrones del suelo como si fuera un sacabocados. EL RECEBADO Consiste en aplicar una pequeña capa de arena, mantillo o una mezcla de ambos sobre el césped. Esta labor está especialmente indicada tras el aireado, porque se rellenan los huecos con un nuevo sustrato más suelto que facilitará que las raíces se extiendan y la calidad del césped mejore. EL ESCARIFICADO En muchos céspedes se suele acumular una capa de restos vegetales, musgo y tierra en la base de la hierba, que impermeabiliza el suelo y favorece la aparición de hongos y plagas. Para eliminar este colchón debes escarificar, es decir, arañar la superficie de la tierra. Puedes usar un rastrillo en superficies pequeñas, o una escarificadora en praderas más extensas. La frecuencia del escarificado dependerá del clima y la orientación del terreno. En zonas más sombrías y húmedas deberás hacerlo más a menudo, hasta una vez al año, pero en céspedes mejor situados no haría falta recurrir a esta labor en varios años. LA RESIEMBRA En ocasiones surgen calvas en el césped, donde deberás resembrar. Antes de hacerlo debes mejorar la zona donde se ha producido esa calva; para ello aplica mantillo y remueve el terreno ligeramente con una azadilla. Las mejores épocas son al inicio de la primavera o el otoño; evita las épocas de mucho calor o frío. Puedes aprovechar las labores de recebo para resembrar. EL ABONADO El mejor momento para abonar el césped es en primavera. En otoño y verano, para prepararlo para el estrés de temperatura (altas y bajas), es mejor utilizar un fertilizante potásico, y para la siembra, uno rico en fósforo. Lo más sencillo es recurrir a abonos específicos para césped, que suelen ser formulados sólidos de liberación lenta, es decir, que aportan los nutrientes necesarios a lo largo de varias semanas o meses. Otra opción es utilizar mantillo como abono, que además mejora la estructura y la actividad microbiana del suelo. Además, puedes aprovechar las labores de recebado tras un aireado para aplicar el mantillo. LA ESCARDA En cualquier césped es normal que surjan malas hierbas que estropean su aspecto. Para prevenir su aparición siega la pradera con frecuencia y a la altura más baja que pemitan las cespitosas plantadas y la época del año. Esto mantendrá a raya a muchas inquilinas no deseadas, aunque deberás combinarlo con escardas manuales —sobre todo si la parcela es pequeña y cuando las malas hierbas son gramíneas— o químicas, aplicando un herbicida para hoja ancha. Si en tu pradera aparece musgo, un buen abonado y unos escarificados regulares te permitirán reducir el problema. Si, por ser una zona sombría y húmeda, el musgo persiste, conviene que utilices un producto antimusgo. Pide consejo en tu centro de jardinería. 

Fuente: verdeesvida 

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