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The Burnley Living Roofs: una azotea viva


El techo de un edificio histórico de la Universidad de Melbourne convertido en un jardín experimental que interpreta distintos tipos de cubiertas ajardinadas, sustratos, usos y plantas. Y, al mismo tiempo, compatible con un diseño valiente y el disfrute, además de la pedagogía. The Burnley Living Roofs es un juicioso proyecto que enseña cómo reintroducir la biodiversidad en el ámbito urbano, ahorrar energía y ganar sostenibilidad mediante infraestructuras verdes adaptadas a un clima de extremos.

Melbourne, en la punta sur de la costa este de Australia, tiene una personalidad climática extrema. Veranos con oleadas de calor que han llegado a superar los 45º y heladas y nieblas en invierno. Ocasionales riadas en las calles por la lluvia o el desbordamiento del río Yarra. Hasta bíblicas tormentas de polvo, cuando no de humo de los incendios. La meteorología no se somete al calendario. El popular dicho “cuatro estaciones en un día” tiene fundamento en la capital del estado de Victoria.

Quizás por eso la Universidad local, avanzada en investigaciones agrícolas, solo había experimentado en 2008 con una cubierta ajardinada. Pero el actual proyecto del campus Burnley, estrenado en 2012 y pionero en el país, ha recuperado de un salto el terreno perdido frente a experiencias similares en Norteamérica y Europa, “por lo general menos complicadas porque se realizan en climas más fríos y sin problemas de agua”, explica John Rayner, catedrático en Horticultura Urbana de la Universidad.

The Burnley Living Roofs une la experimentación científica al diseño de cubiertas verdes sostenibles mediante el uso de plantas autóctonas o adaptadas a la climatología de la región. No por ello es un proyecto localista. Tiene, por el contrario, vocación divulgativa y podría servir de ejemplo en zonas mediterráneas con vegetación y climas parecidos: ventosos, desérticos, con diferencias extremas de temperatura y a veces lluvias torrenciales. “El objetivo es que nos visiten estudiantes y profesionales para replicar nuestra experiencia en más jardines urbanos de esta y otras ciudades”, sostiene Rayner.

Tres cubiertas ajardinadas

El proyecto se organiza en tres cubiertas ajardinadas con funciones diferentes pero complementarias. La Cubierta de Investigación es un laboratorio de 80 metros cuadrados divididos en cuatro cuadrantes: tres de cubierta verde con secciones de 10, 15 y 20 centímetros, y un cuarto sin ella. La finalidad es analizar y monitorizar los benefi cios hídricos (consumo de agua, respuesta a los aguaceros) y energéticos de estas estructuras según las distintas combinaciones de plantas y espesores del sustrato.

Uno de los problemas del crecimiento urbano es su ruptura con la biología del entorno. Cuanto más grandes son las ciudades, más se separan, a modo de islotes, de la Naturaleza. La Cubierta de la Biodiversidad estudia cómo convertir los techos en espacios de continuidad natural entre la muralla de edificios. Con su curioso aspecto de jardín zen, sus 52 metros cuadrados buscan atraer y dar cobijo a lagartijas, pájaros e insectos, es decir, ser colonizados. Sobre el sustrato se despliegan óvalos de gravas o arenas, un par de ramas secas, trozos de cerámica o pizarra, un regato con guijarros en las orillas y una charca alimentados por la lluvia, un puñado de plantas nativas de la región que les sirven de refugio y alimento… Propone una solución ideal para las zonas de paso o de difícil mantenimiento en las cubiertas ajardinadas, ya que prácticamente prescinde de la presencia humana.

Catorce zonas de plantación

Pero la reina de Burnley es sin duda la Cubierta de Demostración, el escaparate del proyecto, el verdadero jardín donde se expone todo el conocimiento acumulado por el departamento de Horticultura Urbana. Difícil sacar mayor partido a tan poco espacio: en 166 metros cuadrados se concentran nada menos que 14 zonas de plantación según sus requerimientos de agua y el espesor —10, 15, 20, 25 y 30 centímetros— y tipo de sustrato: fibra de coco, corteza de pino, escorias y cenizas industriales recicladas, perlitas, zeolitas, teja triturada, entre otros.

En realidad es un botánico con 203 especies, principalmente herbáceas y suculentas, pero también hierbas y hortalizas, que se cultivan sin irrigación o con una mínima cantidad de agua. La intención: mostrar la gama y variedad de plantas que se pueden utilizar con éxito en una cubierta ajardinada. El proyecto lleva la firma del estudio de arquitectura y paisajismo Hassell. “El mayor desafío ha sido emplear capas finas de suelo y materiales muy ligeros para no comprometer la resistencia de un edificio de ladrillo con protección histórica”, explica Matthew Mackay, uno de sus responsables.

Todo el jardín se sustenta sobre perfilería de aluminio y mallas metálicas livianas, y la pasarela central, al igual que las jardineras pintadas de rojo carmín, se han fabricado en espuma sólida y fibra de vidrio. La pasarela de madera cumple un papel protagonista: en pendiente o escalonada, se adapta a la forma de cuña de la cubierta y permite un acceso equidistante al jardín en todo su recorrido. Diseño inteligente: al mismo tiempo es un banco corrido donde sentarse para estudiar o contemplar bajo una sombrilla las piezas del puzzle vegetal. “Bello además de práctico, como debe ser una cubierta ajardinada”, concluye Rayner.

Fuente: verdeesvida.es

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